“La admiración que provocan las tragedias griegas o las de Shakespeare, el interés apasionado que despiertan muchos cuentos y novelas nada sencillos ni accesibles, debería hacer sospechar a los partidarios del mal llamado “arte popular” que su noción de pueblo es parcial, injusta y en último término, peligrosa.
No se le hace ningún favor al pueblo si se le propone una literatura que pueda asimilar sin esfuerzo, pasivamente, como quien va al cine a ver películas de cowboys.
Lo que hay que hacer es educarlo, y eso es en una primera etapa tarea pedagógica y no literaria”.
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