domingo, 19 de octubre de 2008

Río

Camino despacio. Intento alcanzar el río antes de que lo lleven las sombras. Tengo miedo porque no sé qué vendrá.
Soy una semilla insignificante.
Chiquita, no valgo nada. ¿Qué será de mí cuando germine?
¿Germinaré?
Giro sobre mí misma. Está oscuro. Busco. Busco por lugares que alguna vez supuse conocidos y que ahora me niegan toda familiaridad, toda luz.
Me hundo en la tierra. Mis pies se hunden, ¿tengo pies? el miedo se va, huye porque la tierra me guarda, me acuna. Cambio de forma, mi humana apariencia se encoge, pierde forma conocida, se hace simiente.
Me siento tibia entre gruesos terrones negros, calientes por un sol rabioso que durante horas los sometió. Un sol que los acosó, que se hundió, que fermentó a la simiente que soy hoy.
Estoy perdida en la inmensidad.
Tengo fuerza, tuve fuerza y sé que debo llegar alto, porque estoy predestinada.
Siento que me quiebro, que voy a perecer.
La tierra ya no me salva, o sí, todavía estoy cubierta.
Estoy aterrada. Hundida y sin río. Quieta y con tantas ansias de germinar.
Estallo, reviento y no sé si entiendo qué sucede. Fija, inmóvil…me abro y tengo un hilo de vida, raíz que baja, que no se separa de mí…agua, quiero agua. Busco, anhelo mi río, agua que me meza, que me alimente, que me ame, que me riegue.
Agua.
El sol aparece y me ciega, florezco y soy un gajo pequeño; quiero crecer, llegar alto, muy alto, quiero tocar el cielo con mis manos, crezco, crezco y subo
El río ya no tan lejano. Amo al río pero él se escapa, me deja, se va.
Amo al río y estoy prisionera de mis raíces, de mi tierra, de la que me acunó y ahora no me deja ir…
¿Cómo lo alcanzo? ¿Cómo lo encuentro?
Llega, me toca, me moja, me da vida y se va.
Desfallezco, me hago laxa, me quiebro al viento, me dejo mecer por él, le soy infiel, río, a carcajadas río, río.
Cada vez más alta, cada vez más cerca, me expando, ramas y ramas crecen, salen, me cortan, me desespero.,
Mis ramas se extienden, se alejan. Se pueblan de hojas, me tapan de verde, me cambian. Pierdo mi imagen ¿Dónde estoy? ¿Dónde quedó la semilla?
Me visitan pájaros, insectos, lombrices, abejas.
Pájaros que van y vienen, que traen al río y que con su agua me refrescan.
La lluvia se niega a visitarme, el viento me acosa, no se cómo defenderme.
La tormenta me sacude, me enrolla, me retuerce, me desviste y me deja desnuda al sol para volver a florecer, para esperar al amor, para desearlo cada vez, toda vez, para ir hacia el cielo, siempre alto.
Es un camino ya marcado, es un destino ¿qué es?
Lo tengo, río fuerte y poderoso, crecido por la lluvia que nos junta, que de alguna manera cómplice desea que me roce apenas pero que se vaya, que entonces haga que lo conozca, que lo desee hasta querer morir.
No pudo acercarme a él.
Todo me lo impide.
Mis ramas laxas se mecen, pasean y apenas lo tocan, ¿con eso se conforman?
Un sol fuerte que queme para no sentir el calor que me abraza por dentro y que me hace desearlo hasta hacerme sentir marchita, vacía, perenne.
Sola y fatal. Deseosa y ávida.
Incapaz de unirme a él, incapaz de moverme y llegar más allá adonde el río baja y se va, adonde me deje la realidad.
Habitada y poblada, sola, cielo inalcanzable aunque suba y suba
Río, tremenda soledad de saberlo cerca y jamás poder tocarlo.
Un tronco a la deriva, sin vida…un tronco y un río que va…